miércoles, 17 de junio de 2009

Una vez, y dos, y tres …

Los días se suceden en un bucle de operaciones tan previstas que apenas queda lugar a la auténtica improvisación. Mañana tras mañana, toca levantarse y sacar los apuntes, y pasar unas cuantas horas delante de ellos tratando de asimilar la mayor cantidad posible de conocimiento. Un breve espacio para las comidas y un descanso necesario, en la mayoría de los casos acompañado de su correspondiente siesta, es la innegable pausa que pide el cerebro para desconectar de tanta amalgama de conceptos.
Se convierte en una asquerosa rutina que acaba quemando tu tiempo libre, limitando las salidas con amigos y muchas más cosas.
Me despierto habiendo asimilado lo que estudié ayer, pero como si el mundo no hubiera dado una vuelta, continúo con la misma sarta de acciones que el destino parece tenerme preparados. Es frecuente la sensación de dejavú al ver que la hora del reloj coincide con la del día anterior, y no sólo la hora, sino mi postura en la silla, mis apuntes, e incluso los olores y sonidos parecen no diferir de los que escuché apenas 24 horas antes.
En fin...

1 comentario:

Fer dijo...

Te entiendo lo suficientemente bien... la diferencia es que yo no asimilo conocimientos, me duermo delante de ellos :(